miércoles, 13 de abril de 2011

Así es que se empieza un cuento

Más allá de lo que digan algunos escritores, que recomiendan desobedecer cualquier precepto literario, siempre será mejor asegurar, de entrada, la lealtad de un posible lector. Aquí va un comienzo extraordinario, el primer párrafo del cuento "La cadena", del escritor de Alabama, Estados UNidos, Tobias Wolff. Ha sido tomado de la traducción de Mariano Antolín Rato, del libro Aquí empieza nuestra historia, de Alfaguara.

Brian Gold estaba en la cima de la colina cuando atacó el perro. Un animal grande, negro, como un lobo, atado a una cadena, saltó desde un jardín trasero y salió disparado hasta el parque, moviéndose con agilidad a pesar de la nieve profunda, en dirección a la hija de Gold. Éste esperó que la cadena tirara del perro y lo detuviese; pero el perro siguió avanzando. Gold se lanzó colina abajo, gritando. La nieve y el viento apagaron su voz. El trineo de Anna estaba casi al final de la pendiente. Gold le había levantado la capucha del anorak para protegerla de las ráfagas de viento, y sabía que no le podía oír a él ni ver al perro que corría hacia ella. Era consciente de la velocidad del perro y de su propio avance lento, del peso de sus botas de goma, de la pegajosa costra de debajo de la nieve reciente. El abrigo le batía contra las rodillas. Gritó una última vez cuando el perro arremetió, y en ese momento Anna se echó hacia atrás y el perro le alcanzó el hombro en lugar de la cara. Glod apenas estaba a mitad de la colina, agitando los brazos, los pies resbalándose dentro de las botas. Parecía correr sin avanzar, mantenido a una distancia fija, insalvable, del perro que arrastraba a Anna, tirándola del trineo y sacudiéndola como a un muñeco de trapo. Gold se tiró colina abajo y entonces la distancia se esfumó y estaba allí (p. 248).



Tobias Wolff