martes, 31 de enero de 2012

La escritura literaria: primeras instrucciones. Sesión del 31 de enero de 2012

Protocolo 2:

Como quiera que el Taller Relata Huila se ha especializado en la escritura de cuentos, sin ir esto en detrimento de otras posibilidades de escritura (novela, poesía, crónica, testimonio, ensayo) que el tallerista puede adelantar, en general los comentarios apuntan a la consecución de herramientas pertinentes para tal fin.

El cuento es ficción: Al margen de que la materia prima de que dispone el escritor provenga en muchos casos de imágenes, acciones o hechos que han ocurrido o se han visto en lo que damos en llamar la "realidad", nunca, en todo caso, la escritura de un cuento será un fiel reflejo de ésta. El escritor, con esta materia disponible, manipula la información original para dotarla de elementos estéticos propios del acto de la escritura. Un buen cuento lo es en tanto el escritor acierta en una serie de decisiones que ha tomado para transmutarr la información y construir con ésta un artefacto estético lleno de sensibilidad y que se llama cuento.

Todo cuento es contado por un narrador: Esa información de la cual se acaba de hablar como punto inicial debe ser conducida mediante una voz a la cual se le llama "narrador". El narrador es el sujeto de ficción (y esto hay que recalcarlo, que es tan de ficción como la historia misma que cuenta)responsable de narrarnos lo sucedido. Los buenos narradores, por lo general, tienden a hacerse invisibles al momento de leer un texto literario, es decir que el lector va siendo dirigido directamente al núcleo de los acontecimientos sin que advierta, o al menos lo advierta como parte del artefacto, que quien lo guía es también el resultado de un truco narrativo. Los tres tipos de narrador, en términos generales, son: Narrador en tercera persona: En este caso quien cuenta los hechos no tiene nada que ver con estos, se relaciona con ellos desde la distancia contemplativa, es más objetivo, habla de "él", de "ella", de Carlos o de Juana, e impone una distancia que se aprecia por el hecho de asumir un lenguaje neutro (desde luego, hay distinciones que luego se trabajarán más en detalle). Narrador en segunda persona: el narrador le habla a un tú o a un usted (en erste último caso, puede verse en un cuento de Julio Cortázar). Tiene un carácter profético, marcado por los giros verbales en un tiempo en futuro y un tono claramente admonitorio. Es una especie de voz de la conciencia que puede estarle hablando, incluso, al propio narrador. Narrador en primera persona: Como testigo o como protagonista, este tipo de narrador recurre al pronombre "yo", o al "nosotros", y cuenta hechos de los cuales él ha tomado parte activa. Es un narrador en el cual la objetividad se reduce, y esto afecta considerablemente los niveles del lenguaje, la relación afectiva con lo narrado, y estos nivles dependen de la característica del personaje narrador.

Punto de vista: Junto a la decisión de elegir un narrador X o Y, pensar en el punto de vista es absolutamente clave para la calidad del relato. En la precisión del punto de vista reside la mayor parte de la verosilitud que inspire el cuento. Así, en el ejercicio que los talleristas trajeron a esta sesión (ver el protocolo 1), uno de ellos le dio la voz de observar el velorio a una niña cuya edad calculamos en doce años. Entonces, el radio de acción de esta niña, la cual ve todo lo que ocurre a su alrededor, debe intentar conservar no sólo un posible lenguaje para su edad, sino, y esto es lo más importante, los hechos deben correspondet a su condición de infante.

Ejercicio in situ 2: Con el fin de trabajar lo concerniente al narrador, al punto de vista y a algo que se abordará en módulos posteriores (estilo directo y estilo indirecto), el siguiente ejercicio se plantea como la posibilidad de suprimir el intermediario de lo que se nos refiere para contarlo directamente, es decir, desde la fuente primaria. Si en el estilo indirecto un personaje nos dice lo que otro le dijo (es decir que nos lo dice pero con sus propias palabras), en el directo el personaje que se lo dijo también nos lo dice con sus propias palabras. El texto es el siguiente:

El coronel de la Policía, al hacer las averiguaciones de rigor con relación a la presencia de posibles paramilitares en la zona, causantes, al parecer, de la muerte por descuartizamiento de tres humildes campesinos, se encontró con que el principal relato para hacer tales cábalas provenía de un hijo de una de las víctimas. El niño, de apenas ocho años, le dijo entre balbuceos que él había presenciado todo. Le dijo que eran las seis de la mañana, que él estaba ya despierto pero metido aún debajo de las cobijas por el frío, y que sintió primero unas fuertes pisadas, y luego gritos y más gritos, todos de voces diferentes. Dijo que se escondió debajo de la cama, que corrió la sábana y que, como era un día claro, por una pequeña rendija observó como los campesinos eran empujados, puestos de rodillas y ultimados de un solo tiro de fusil por detrás. Luego, vio que los arrastraban de las piernas, que los metían en el monte y que, acto seguido, sintió prender una motosierra. Dice que le pareció oír que mientras ésta sonaba, muy fuerte, una de las víctimas aún gritaba que por favor lo dejaran libre, que él no era ningún guerrillero sino que los pobres campesinos tenían que atender a unos y a otros o si no se morían.

Como se puede apreciar, lo visto y dicho por el niño ha sido acomodado al lenguaje del Coronel. Ahora, la tarea es recuperar la voz directa del niño, contar eso mismo pero como si fuera él quien estuviera dando el testimonio. Procurar no modificar mucho la información contenida en el texto.

miércoles, 25 de enero de 2012

Apertura sesiones de trabajo 2012. Taller "José Eustasio Rivera", Relata Huila. Enero 24 de 2012

Protocolo 1:

Presentación de acitividades: Objetivo: Familiarizar a los nuevos integrantes del Taller con el esquema de los Talleres Relata, tanto a nivel regional como nacional. Sellar pactos de compromiso para la asistencia a cada una de las sesiones, para la lectura intensiva y la escritura de cuentos.

Presentación de integrantes nuevos y antiguos: Objetivo: Fomentar los lazos de hermandad, cordialidad y compromiso entre los integrantes del Taller. Se hace obligatoria la crítica argumentada sobre el quehacer literario de cada miembro del grupo.

Socialización de los momentos de trabajo: Momento 1: Lectura en cada sesión de 1 o 2 cuentos del repertorio clásico. Objetivo: Relacionar a los miembros del Taller con cuentos hito, tanto del repertorio clásico, conforme al canon, como de ciertos autores contemporáneos, fundamentales para establecer los pasos y aprendizajes teóricos para la escritura de cuentos. Desmonte del cuento en cuestión para valorar el trabajo de relojería interno que cada cuento compromete. Momento 2: Revisión de aspectos teóricos. Objetivo: Dotar al tallerista, de forma gradual, de cada una de las herramientas conceptuales y prácticas para garantizar, al menos, el dominio de la técnica cuentística. Texto base: El arte del cuento. Textos  de apoyo: Diccionario de la lengua española; Ortografía de la Real Academia Española; Diccionario Panhispánico de Dudas. Momento 3: Ejercicios in situ: Objetivo: Poner en evidencia tanto los aspectos teóricos modélicos tomados de los cuentos analizados, como los aspectos teóricos y procedimentales extraídos del texto base y los comentarios en cada sesión.

Ejercicio in situ No 1:

Contar, en una página, una escena en la cual se recree el acontecimiento de un velorio, en casa o sala de velación. No deben fijarse, de entrada, en aspectos como el narrador, el punto de vista, los diálogos, los personajes o la atmósfera. Es sólo soltarse a contar lo visto allí. Puede ser en clave de humor, de dolor, de impasibilidad, de contemplación, de odio, de venganza... Objetivo: Realizar un diagnóstico del nivel literario de cada participante como conducta de entrada al Taller.

Revisón: Próxima sesión. Cada tallerista hará lectura en voz alta de su ejercicio.

Revisado: Betuel Bonilla Rojas.



Sesión 1 de trabajo, enero 24 de 2012, con presencia de Miguel Polanía, director de la Biblioteca Departamental Olegario Rivera


Cuento 1 para análisis

Me basta
Guillermo Fadanelli


Todo comenzó cuando abrí una puerta que debió mantenerse siempre cerrada. No soy la clase de bebedor que acostumbra husmear en las habitaciones de las casas a donde se me invita. La rutina que sigo cuando me presento en una fiesta es sencilla: selecciono un sillón en el rincón más cómodo de la casa, sonrío, bebo todo lo que se me ponga a la mano y me marcho cuando se termina el vino o cuando los anfitriones están cansados y hartos de la reunión que ellos mismos propiciaron. Sí, es cierto que la rutina no siempre puede seguirse al pie de la letra y justo eso fue lo que sucedió el día en que abrí la puerta indebida y conocí a Siena.

No sé cuántas personas han conocido a la mujer más importante de su vida en una tina de baño, pero en mi caso los hechos ocurrieron de esa manera. La numerosa reunión tuvo lugar en una elegante casa de varios pisos ubicada en una hermosa calle empedrada al sur de la ciudad, en el barrio de Tlalpan. Los baños señalados para el uso de las visitas se hallaban ocupados y pese a que no conocía lo suficiente al anfitrión como para internarme en sus dominios, subí unas escaleras que conducían hasta el tercer piso. Estaba seguro de encontrar un baño desocupado, pero a quien descubrí desnuda, sumida en el agua tibia de la tina de baño, los ojos cerrados, sus oídos bloqueados por unos audífonos de los que emanaba un sonido para mí confuso, fue a Siena.

Permanecí más de un eterno minuto mirándola, azorado, dudoso entre marcharme de allí y volver a la reunión o alargar más mi tiempo a su lado. Sin embargo, tomar una decisión precipitada no fue necesario porque ella abrió sus hermosos ojos almendrados y me dijo: “¿Vienes a drogarte o eres un pervertido?”. No recuerdo cuáles fueron las palabras que utilicé pera justificar mi intromisión, pero mi desasosiego debió parecerle gracioso porque enderezó unos grados su cuerpo, se despojó de sus audífonos y me preguntó si podía conseguirle un poco de cocaína.

No me sorprende que en los tiempos que corren las jóvenes sean tan dueñas de sí, sobre todo cuando están en presencia de un hombre que las contempla embelesado; lo que me asombró en esa ocasión fue mi propia conducta. Hurgué en mi pantalón en busca de cocaína, puse la bolsita de plástico sobre las pantaletas de Siena, las cuales se hallaban a un lado de la tina, y salí de ese cuarto a paso apresurado, como si el único impulso que animara mis extremidades consistiera en alejarme de ese lugar.

Volví a la reunión e intenté conversar con mi anfitrión, un académico famoso sepultado en honores universitarios, para conocer así detalles sobre las personas que habitaban la casona, pero me decepcionó su escrupulosa amabilidad, la cual quise interpretar como hastío, y me marché sin despedirme de nadie. Buscaba una fuerte dosis de sosiego y sabía que la encontraría en la tranquilidad de mi departamento. Minutos después de la media noche, instalado en mi casa, hice lo que nunca antes durante los diez años que he vivido en soledad: puse una tina de agua caliente, introduje mi cuerpo en el agua, conecté unos audífonos en mis oídos e intenté reproducir en mi mente la escena recién acaecida en casa del académico. Siena era yo mismo siendo observada por un sujeto desconocido que resultaba ser también yo mismo. Aquello fue un rotundo fracaso, un gorila sumido en una estrecha tina de cerámica no podría jamás ejercer ningún poder de seducción, sino a lo más causar conmiseración o risa.

La segunda ocasión que me encontré con Siena fue al contemplar un cartel de publicidad a orillas del viaducto Piedad. La misma sonrisa complaciente, su cuerpo delicado, su cabellera lacia, era ella, no podía ser otra. La joven había permanecido en mi mente como un trauma en el imaginario de un niño y se quedaría en ese sitio por el resto de mis días. Para defenderme de ese trauma cada vez más incómodo dejé incluso de pasar por el viaducto y de mirar carteles que me recordaran el incidente vivido semanas atrás. Lo hice impelido por una suerte de disciplina estricta que suele acompañarme cada vez que me encuentro asolado por el deseo. De nada me sirvió la supuesta disciplina: un jueves de agosto Siena se presentó en mi casa acompañada por un diminuto perro que llevaba una rama de árbol en el hocico.

Si las dos puertas se hubieran mantenido cerradas mi vida actual sería diferente, pero los seres humanos no tenemos opciones en la vida, eso es una mentira, sólo contamos con un camino que debe ser recorrido siguiendo la batuta de la más estricta resignación. La prueba de esto la encontré en el semblante del perro que acompañaba a Siena, un animal simpático que parecía decirme: “Bien, es tu turno para ceñirte la correa”. Por un momento fui presa del mismo deseo que me acometió cuando abrí la puerta del baño en la casa del académico, escapar, volver a mi casa, pero en esta ocasión no podía marcharme, ¿a dónde? Ni siquiera estaba seguro de querer cerrar la puerta y así desprenderme de la alucinación. Como he dicho antes no había más que una sola opción, la invité a pasar, aunque mis ojos no lograban separarse de la correa del perro, una cinta de cuero negro adornada de estoperoles.

―¿Cómo supiste dónde vivía?

―Es sencillo, soy nada menos que una de las vecinas jóvenes que aparecen en tus relatos.

―Obtuviste mi dirección de la editorial.

―Te he visto varias veces pasar frente a mi departamento. Vivo cerca de aquí.

―¿No vives en casa de tu padre?

―No era mi padre. Subí a buscar un baño desocupado y no pude resistirme. La fiesta era aburridísima y preferí darme un baño de agua tibia.

―Trabajas como modelo, te he visto en un cartel cerca de viaducto. ―¿Por qué deseaba a toda costa obtener una certeza? Cobardía, ésa es la palabra. Abandonar la somnolencia amorosa en que me había hundido después de ver su cuerpo bajo una capa de agua transparente.

―La ciudad está llena de esos anuncios, si no me ves es porque estás ciego. No creas que me dedico a modelar, he posado sólo una vez.

Siena entró a la sala y dejó libre a su perro. La pequeña bestia continuaba sujetando la rama en el hocico, y la abandonó solamente para olisquear una de las patas de mi mesa plegable. Siena me preguntó si había en mi casa una tina y si le permitiría tomar un baño de agua caliente. No se tardaría más de media hora, me aseguró, y no debía preocuparme por su mascota: “Severino es un perro educado”.

Pasaron más de quince minutos luego de que su cuerpo espigado cerrara tras de sí la puerta de uno de los dos baños de mi departamento. Severino se trepó a mi sofá dispuesto a tomar una siesta. Yo, en cambio, angustiado como estaba, sumido en una especie de desesperación pasiva, abrí cautelosamente la puerta que me separaba de Siena y la descubrí recostada en la tina, con el agua apenas sobrepasando la piel de su cuerpo y los minúsculos audífonos adheridos a sus oídos. Estuve observándola durante algunos minutos hasta que ella abrió los ojos y me dijo: “¿Vienes a drogarte o eres un pervertido?”. Balbucee tal como lo hice en la residencia del académico meses atrás, ¿qué palabra podría acumular valor ante su presencia inesperada? Me preguntó si podía regalarle un poco de cocaína, sus ojos no miraban a un extraño, me comprendían como nadie antes lo había hecho a lo largo de mi vida. En seguida me dirigí a mi recámara y volví para colocar encima de sus pantaletas un papel con medio gramo de cocaína. Las bragas se hallaban a un lado de la tina, junto a su blusa de tirantes y a sus botines sin tacón. De nuevo, como en nuestro primer encuentro, salí apresuradamente del baño, pero no me marché, ¿a dónde? Preferí sentarme a un lado de Severino e intentar someter mis pronunciados deseos de llorar, de rebelarme frente a lo que parecía una sentencia definitiva. Media hora después, Siena salió del baño, me acarició el cabello, puso la correa en el cuello de Severino (el perro había recuperado su rama de árbol y aguardaba impaciente su nuevo paseo), y se marchó.

La secuencia se repitió tres veces más sin demasiadas variaciones durante siete meses, hasta que un día no pude más y le supliqué a Siena que me permitiera pasar más tiempo a su lado. “Me basta con un poco de tu amor, de tu perfume, no quiero vivir con la conciencia de que un día no volverás”, supliqué. Se burló de mí abiertamente a pesar de que mis palabras la conmovieron.

―Puedes acompañarme dos veces por mes al cine, a una reunión o a donde sea, pero la condición es que no te atrevas a hablar conmigo, serás como Severino, ¿te parece, señor escritor? Sólo responderás a mis preguntas y si un día tomas libertades de más o rompes las reglas nunca volveré a bañarme en tu tina.

―Sí, haré lo que desees, pero no comprendo por qué una joven que no ha cumplido siquiera veinte años puede someterme como a un perro.

―Lo aprendí de tus novelas.

―Son invenciones, nadie en su sano juicio puede creer en mis historias.

―Creo en tus historias, Guillermo, y espero que no tengamos nunca más una conversación tan larga como ésta. ¿Quieres que te abandone para siempre?

―No, de ninguna manera. Me basta con lo que quieras darme.

―Tengo un novio.

―No me importa saber si tienes dueño o no.

―Y amantes.

―Tampoco me importa.

―Y cada vez que me pongo ebria me acuesto con quien deseo. Lo puedo hacer incluso cuando estés presente. ¿Enterado, señor escritor?

Esta última amenaza no ha sido aún cumplida, y creo que no lo será porque Siena me ha tomado cariño. Nuestra rutina se acerca mucho a la idea que tengo de la felicidad. Nadie podría hacerme comprender lo contrario, y el dinero que se me va comprando cocaína para Siena es insignificante comparado con el que se requiere para mantener a una esposa o a una pareja permanente. Continúo escribiendo novelas y mi vida social es bastante limitada. Mis libros se venden poco, aunque sé por boca de mis editores que mi público es joven y pronto crecerán, tendrán dinero y me harán rico. A veces, Siena me permite acompañarla cuando sale a divertirse con sus amigos, pero debo mantenerme en una mesa apartada y no intervenir a menos que ella lo demande. Sólo cuando vamos al cine me deja permanecer a su lado y entonces soy tremendamente dichoso. ¡Cómo no serlo si pronto cumpliré cincuenta años! Hace unos días, Siena me comunicó que pronto se ofrecerá otra reunión en casa del académico donde nos conocimos, ese académico lleno de honores que tiene una casa de tres pisos. Allí celebraremos nuestro primer aniversario.

Guillermo Fadanalli:Guillermo Fadanelli nació en Ciudad de México, en 1963. En 1989 fundó la revista Moho, que sigue dirigiendo. Entre otros empleos memorables tuvo el de vendedor de bienes raíces, arriero, vendedor de árboles navideños en una esquina de Nueva York; también atendió en el mostrador de una pastelería en Madrid. Es autor de relatos y novelas y ha colaborado en las más diversas publicaciones: desde fanzines hasta diarios de gran circulación.

lunes, 2 de enero de 2012

Hanif Kureishi, el arte de ser escritor

Los siguientes fragmentos pertenecen al texto "Algo dado: Reflexiones sobre el arte de escribir", del escritor anglo-pakistaní Hanif Kureishi. Ha sido recogido por la editorial Anagrama en el libro Soñar y contar, en traducción de Fernando González Corugedo


Las historias están en todas partes, y pueden elaborarse de las cosas más simples. Preferiblemente de las cosas más simples, como mi padre hubiera dicho, sin son las cosas justas, precisas, correctas, y si el material elegido es provechoso, útil y suficientemente maleable. Digo elegido, pero si el escritor está atento, las historias que necesita para dar forma a su preocupación surgirán espontáneamente. Hay ciertas ideas, cierta gente, a la que el escritor se verá conducido. Sólo tiene que esperar y ver. No puede confiar en saber por qué esa idea ha sido preferida a aquella otra hasta que la historia está escrita, y puede que ni siquiera entonces. (...) A los escritores les gusta a veces imaginarse que la dificultad de llegar a ser escritor reside en convencer a los demás de que eso es lo que eres. Pero realmente el problema es convencerte a ti mismo.

Recital Taller José Eustasio Rivera, Relata Huila. Cierre de fin de año. Dicembre 23 de 2011

Grupo de talleristas de Relata Huila 

Michael Andrés Cabrera lee sus cuentos 

 Betuel Bonilla, director del Taller, presenta a los talleristas

Betuel Bonilla, director del Taller, presenta la Antología Nacional de Relata, 2011

Guillermo Salazar, escritor seleccionado de Relata Huila para la Antología Nacional, lee sus cuentos

Jaime Cabrera lee sus cuentos 

Público asistente al recital