Abuelo, cuéntame un cuento, es de noche y no logro conciliar el sueño. Cuéntame un cuento de aquellos de tu tiempo, cuando compartías con la naturaleza, un cuento de ésos donde existían animales y una gran vegetación, agua potable y un aire respirable; cuéntame uno de esos cuentos que me hacen soñar que la vida un día fue mejor; espera, abuelo, agrego volumen al intercomunicador virtual y configuro mejor tu rostro en el visualizador de mi nave espacial. Tus cuentos son los que mantienen vivos mis deseos de buscar un planeta con las características del que tú llamabas el planeta azul; según tus archivos ocultos para mí y sólo para mí en la caja de seguridad que creaste dentro de la computadora central de nuestra colonia, con acceso sólo de mi genética. Tú fuiste el último en ver aquellos paisajes, y gracias a tu creación salvaste nuestro linaje de la destrucción. Según el libro sagrado, cuando se levantó nación contra nación en una guerra genocida, biológica, que destruyó la atmósfera y toda posibilidad de vida. Cuéntame ese cuento para no desfallecer en mi intento de encontrar un planeta como el de tus antepasados. De acuerdo a tus archivos y coordenadas existe otro en la galaxia. Tus estudios fueron exactos y precisos. Nadie creía en ti y te trataron como el loco de la colonia. Después de deberte la vida, nadie te respetó, pero en esa colonia nací yo. Me adoptaste, me mostraste la sabiduría oculta en ti. Cuando dijeron que mal me influenciabas nos separaron. Tú me dejaste pistas en la nave, pistas que he recopilado y estudiado, pistas que me llevaron a huir de la tripulación. En mi nave de soñador pretendo encontrar el mundo gemelo de tus sueños.
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